Estos días me siento en parte inspirado por el hecho de que hemos parado un país —con las pérdidas económicas que ello conlleva— para salvar vidas humanas. No me olvido que no todo es de color de rosa. Es probable que este acto nos aboque a adquirir una deuda brutal con los usureros de nuestros tiempos. Como también es probable que el reparto de esta carga caiga más pesada en la espalda de aquellas más vulnerables. A pesar de ello he decidido que vale la pena hacer el ejercicio de plasmar por escrito —y publicar aquí— todo aquello que aspiro a que cambie en esta sociedad una vez el confinamiento cese y la normalidad amenace con volver a nuestras vidas.
Parte de esta inspiración para poner estas ideas por escrito viene de la propuesta de Mariana Matija en la última entrega de su serie de correos Herramientas básicas para vivir la crisis que ha estado enviando estos días como propuesta de exploración interior frente a los acontecimientos actuales. Su propuesta:
Imagina futuros alternativos, diferentes a la imagen catastrófica que has tenido en estos días, o durante toda tu vida. Contrástalo con esta situación de crisis. Pregúntate: ¿Qué cosas inesperadas y maravillosas pueden salir de esta situación? ¿Cómo puedes participar en el proceso de construir ese futuro posible?
Y aquí el resultado, una foto fija, siempre en proceso.
Una sociedad más orientada a los vínculos sociales entre personas y colectivos
Partiendo del hecho de que hemos sido capaces de comportarnos de forma que hemos sacrificado ciertos beneficios personales en función de un bien común, imagino que nuestra sociedad despierta definitivamente a la realidad de que no somos seres independientes sino interdependientes, con complejas relaciones económicas, emocionales, intelectuales… que son las que hacen posible nuestra vida individual y —paradójicamente— nuestra errónea sensación de independencia, que tanto impulsa la falta de solidaridad, la competitividad agresiva, el desprecio por lo diferente, y otras plagas.
Una sociedad consciente de la gran crisis medioambiental
Detrás de esa vuelta a la conciencia de colectividad y bien común, el siguiente paso natural sería la toma de conciencia del problema más grave al que nos enfrentamos como gran colectivo —como humanidad—. Imagino que a partir de ahora todos los individuos estamos dispuestos a disminuir nuestro consumo, a eliminar todo aquello superficial y/o proveniente de la explotación de recursos finitos en la medida de nuestras posibilidades; dispuestos a elegir lo que compramos con criterio de responsabilidad social, ética y ambiental.
E imagino también que la mayoría comenzamos a exigir a nuestros gobernantes y a las instituciones que adopten medidas imprescindibles a nivel global para revertir cuanto antes el deterioro de los ecosistemas, la polución y —en la medida de lo posible— el cambio climático. Imagino que la mayoría vamos a apoyar a empresas y negocios —preferentemente locales— que ofrezcan productos y servicios desde una mirada integral y respetando criterios éticos, medioambientales y de justicia social.
Una sociedad de individuos más desarrollados interiormente frente al crecimiento material
Retos como los descritos anteriormente necesitan de personas con un buen bagaje de trabajo sobre sí mismas para enfrentar los escollos que evidentemente aparecerán. Individuos conscientes de sus emociones, que se conozcan a sí mismos y con capacidad para gestionar sus propias crisis y de pedir y recibir ayuda cuando la necesiten. Personas con criterio propio, con facilidad para conectar con su propia esencia y saber qué es aquello que desean, qué es aquello que valoran por encima de otras cosas. Que no necesiten pasar por encima de otros para demostrar su valía y que sean conscientes de su dependencia de la colectividad.
Una sociedad que no solo respete sino que valore la diversidad
Siento que en el mundo que se avecina va a ser más importante que nunca la diversidad. No solo como la justa reivindicación que ha ido en aumento en los últimos tiempos y que ha dejado el terreno preparado para recoger importantes frutos, sino —sobretodo— como uno de los mejores activos de nuestra sociedad para enfrentarse a los tiempos que ya han llegado. Tiempos plagados de incertidumbre y de grandes retos.
La diversidad en la preferencia sexual, la propia diversidad sexual y de género, la diversidad cultural, la diversidad funcional, la propia biodiversidad —y la diversidad genética como su componente básico—, etc.
Imagino una sociedad en la que se valore toda esta diversidad, así como todo lo relativo al espectro de las características asociadas durante siglos a la mujer o la feminidad, extendidas ahora a todas y todos. El cuidado, la sensibilidad, la protección de los vínculos y del entorno, etc. ahora puestos en valor e integrados en un nuevo sistema de valores a nivel social.
Una sociedad que incluya y valore su parte más sensible e introspectiva
Características personales ampliamente despreciadas y marginadas por un sistema excesivamente competitivo y uniforme como la sensibilidad y la introversión serán de mucho valor en los tiempos venideros.
Imagino que por fin se valorará la sensibilidad como una característica de gran valor en las personas en general y que se les otorgue el lugar que les corresponde en nuestra sociedad a aquellas personas —se calcula que el 20% de la población humana— que son altamente sensibles y tienen una gran capacidad de proceso sensorial. Este rasgo —que se ha descubierto también en otras especies— tiene una componente genética que se mantiene en equilibrio de forma natural. Estas personas tienen una mayor facilidad para detectar matices y relacionar las partes con el todo de forma que pueden detectar y ayudar a solucionar problemas globales con mayor facilidad que otras. Cada cual tiene sus características. El aspecto heroico vinculado al sacrificio y a la lucha ya está demasiado alabado y potenciado en esta sociedad, necesitamos ese otro aspecto no ya respetado sino puesto en valor.
Así mismo, imagino que surgirá la valoración de las personas que son mayormente introvertidas y que aportan un grado de introspección y reflexión mayor, así como de profundización. La extrema extroversión ya ha sido demasiado potenciada como único motor de las relaciones sociales, relaciones que necesitan de mayor profundidad, sociedad que necesita de vínculos más significativos.
Una sociedad que ponga en valor la vida de nuestros hermanos animales
Es el paso consecuente después de la conciencia global y la puesta en valor de la sensibilidad. Imagino una sociedad donde por fin se valore de forma masiva la vida del resto de animales sintientes. Ser humanos no implica dejar de ser animales; de hecho solo somos animales humanos y la ciencia cada vez difumina más el límite entre nuestra especie y las demás, límite que considerábamos hasta ahora abismal e infranqueable.
Imagino un mundo donde el consumo de carne, pescado y productos de origen animal como lácteos, huevos, cuero, pieles, lana… descienda significativamente hasta convertirse en casi anecdótico. Entiendo que un mundo —una sociedad incluso— vegana es más que una utopía, pero no puedo evitar imaginar lo más parecido a ello.
Auguro la caída de mitos como el de la necesidad de comer carne o productos animales para una buena nutrición, la idea de que mantener animales salvajes en cautividad es una forma correcta de conocerlos y protegerlos, el concepto de superioridad de la especie humana como justificación para la creación de macro-granjas donde la vida de animales poco o nada distintos a nuestras mascotas son tratados como cosas, con extrema crueldad, como productos de este sistema voraz en busca del máximo rendimiento a costa de nuestra alma y del medio en el que vivimos y del que formamos parte.
Una sociedad en la que la política no sea un acto partidista
No tiene ningún sentido dividirnos como sociedad en bandos políticos estancos en los que los individuos únicamente participamos una vez cada cierto tiempo (4 años) dando nuestro voto a un partido político que en adelante podrá hacer prácticamente lo que quiera con el poder otorgado. Imagino una sociedad en la que votemos por encima de nuestros intereses particulares en aras de un bien común y en la que solo apoyemos a partidos que demuestren tener esa vocación de servicio al pueblo. Que no dejemos de ser críticos con los gobernantes y gestores que hemos elegido y que no dejemos de apoyarles —a pesar de no haberles votado— cuando sus decisiones son necesarias y refuerzan las bases de un bienestar común independientemente del origen, tendencias o circunstancias de los ciudadanos.
Imagino que no dejamos en manos de los políticos la labor de tejer redes sociales, alimentar la solidaridad y la colectividad por encima de las ideas y las diferencias. Que no dejamos tampoco de ejercer nuestro activismo en el área y de la forma en la que nos sentimos impulsados a realizarla. Habrá quien opte por apoyar a la gente con pocos recursos y dotarla de las herramientas para prosperar, habrá quien defienda los derechos de los animales y se dedique a concienciar sobre sus derechos como seres sintientes, quien defienda los derechos de alguna minoría, la protección de espacios comunes, etc.
No podemos exigir a los políticos aquello que nosotros mismos somos incapaces de asumir. Imagino una sociedad en la que los ciudadanos apoyemos las decisiones realistas de los gobiernos aunque supongan un sacrificio de nuestras comodidades actuales en aras de un futuro justo y sostenible.
¿Qué puedo hacer yo para remar hacia este futuro deseado?
Hay sin duda algunas cosas que ya estoy haciendo. No consumo productos animales, compro local y de comercio justo en la medida de lo posible. Evito viajes en avión y realizo la mayoría de mis desplazamientos en bici o a pie. Participo como socio colaborador en una cooperativa que está haciendo realidad la soberanía alimentaria en mi ciudad. Hago un importante esfuerzo para desarrollarme como persona y concretamente me estoy formando como terapeuta Gestalt. Intento estar abierto a otras ideas y formas de ver la vida. Hablo de todo esto con las personas que siento que están abiertas o interesadas en ello. Escribo aquí sobre todos estos asuntos que me preocupan.
A partir de ahora tengo la intención de dedicar más tiempo y energía a informarme sobre cambio climático y las distintas posibilidades de revertir la tendencia consumista, tanto desde el punto de vista de la sostenibilidad como desde el punto de vista emocional y del crecimiento personal. Y difundir toda esta urgencia de cambio y las distintas posibilidades, ofrecer herramientas de cambio a quien sienta la necesidad de dar un giro a su vida para ser parte de la solución en vez de contribuir al problema.
También siento la necesidad de implicarme más en los diferentes colectivos afines a mi forma de ver la realidad social y medioambiental. Tejer vínculos más significativos y sentirme más parte del movimiento que clama por soluciones y cambios mientras trabaja poniendo en práctica propuestas concretas y realistas.
A pesar del agradable ejercicio de imaginación, soy consciente de que el mundo post-confinamiento no va a ser aquello que describo en este escrito. Pero es casi una necesidad para mí en estos momentos fijar un rumbo hacia aquello que verdaderamente me importa, aquello a lo que mi alma aspira.
Te deseo un fructífero y enriquecedor camino si decides salir rumbo hacia aquello que realmente deseas, en el fondo de tu corazón.